La concepción del espectador como elemento participativo dentro del arte ha ido en constante evolución a través de los años, más allá de las teorías o prácticas conservacionistas que conciben el objeto como algo sacralizado del cual el observador debe guardar distancia -física e intelectual-, y es desde esta concepción que se desarrolla la práctica investigativa y artística de Katia Miranda.
Para percepción de lo que no somos, Miranda utiliza frazadas de salvamento, (mylar) para crear una experiencia inmersiva multisensorial dentro del laboratorio creativo de Casa Guardabarranco; invitando al espectador a encontrarse “dentro del material” en un ejercicio de autoconocimiento en medio de una cultura avasallada por la hiperrealidad. Cómo nos percibimos y como nos presentamos ante nuestros pares es producto de la interacción con nuestro entorno y con lo que este nos plantea. Nos presentamos como una forma abstracta de nuestra propia existencia, distorsionando el lenguaje visual para acomodarlo dentro de parámetros de vanidad y simulación en una sociedad de excesivo consumo.
Con la pulcritud del destello, Miranda le da la posibilidad al visitante de convertirse en parte de la obra, desintegrándose en reflejos tan imperfectos como nuestra comprensión de lo real y lo ficticio; construyendo nuevas posibilidades de alteridad en donde el sujeto pierde la voluntad de presentarse a sí mismo tal cuál es.